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miércoles, 13 de abril de 2016

El cuento realista

MONSEÑOR CUENTA UN SUCEDIDO - Gustavo Martínez Zuviría
Royat, 10 de agosto
Sobre el hotel flamean una bandera norteamericana, una bandera francesa y una bandera argentina. Con esto los dueños halagan a sus huéspedes. Mañana cambiarán las banderas, y cada turista un día u otro verá flamear la suya.
Un grupo de argentinos en la terraza: Monseñor de Andrea, Plácido Villanueva (hermano de Raúl), Baudrón, Alberto Gache, Odilio Estévez.
Relatos de impresiones. Se nos ocurre que en Europa no debe de haber rateros. A lo menos los de estos países son bien inocentes. ¡Con qué holgura viviría en París, y mejor aún en Londres, un buen raspa porteño, ligero de manos!
Parece que nadie cuida las mercaderías que se exponen al público. En Buenos Aires (el señor Baudrón, presidente de La Superiora, lo sabe muy bien), las hileras de damajuanas que se ofrecen como una tentación al transeúnte tienen que estar acoralladas con cadenas, y vacías... por las dudas.
Aquí un vendedor de diarios deja la pila de sus periódicos y un platillo o un sombrero viejo, y se va a almorzar. El que desea un diario lo toma y echa el precio en el recipiente, donde se va juntando hora por hora un regular capitalito.
¡Cómo se les hará agua la boca a los chorros que me están leyendo!
Monseñor de Andrea refiere una aventura personal:
"Hace más de veinte años. Yo era un curita joven. Iba a tomar el tren una madrugada muy temprano, en un pueblito de la provincia de Córdoba. Para pagar mi boleto saqué un billete de cincuenta pesos, todo mi capital; pero el boletero no tenía cambio. Un gaucho, grande y barbudo y serrano, como el Roque Carpio de su Desierto de piedra, resolvió la dificultad en que estábamos. Sacó desdeñosamente del tirador un rollo de billetes de todos colores y cifras, y me cambió los cincuenta pesos.
Yo iba solo en mi coche; recé mi oficio y luego me puse a contar el dinero que me quedaba, y me encontré más rico que antes. Tenía un billete de cincuenta pesos y varios más de otros valores. Mi gaucho se había equivocado dándome cambio de cien pesos. ¿Pero cómo devolverle su dinero? Se me ocurrió que pudiera ir en el tren y fui a buscarlo. En los coches de primera clase no lo hallé. Fui a la segunda, y allí estaba con otros paisanos. Al aproximármeles, se callaron todos.
-¿No es usted, señor, el que esta mañana me cambió un billete de cincuenta pesos?
El gaucho barbudo alzó la cara y me miró con recelo, esperando una reclamación.
-Bueno ¿y qué...?
-¡Nada! ¡Que me ha dado usted cincuenta pesos de más!
Los cinco o seis paisanos que estaban alrededor de él estiraron el pescuezo para darse cuenta de aquel fenómeno y oír mi explicación.
Y mi Roque Carpio me escuchó sin inmutarse ni darme las gracias, embolsó los cincuenta pesos, se rascó la barba, y dijo paseando una mirada maliciosa por el círculo de sus oyentes:

-¡Pucha, cómo se conoce que éste no es de por aquí!"

ACTIVIDADES

1- ¿En qué lugar y tiempo se desarrolla este relato?
2- ¿Qué referencia hacen los personajes a la forma de ser de los argentinos?
3- Expresa tu opinión personal acerca del cuento.