1- ¿Cuántas horas de T.V. mirás por día? ¿A qué hora?
2- ¿Qué canales preferís? ¿Cuáles son tus programas preferidos?
3- ¿Con quién mirás la tele? ¿Comentás tus programas con alguien?
4- ¿Qué canales de aire o de cable consumís?
5- ¿Usas otros medios como la radio, Internet o el celular? ¿Cuántas horas?
6- ¿Qué usas más: estos medios o la T.V.?
7- ¿Qué te parece más útil y por qué?
Otro tema:
Si tenés celular: ¿Cómo lo personalizás y por qué?
Este blog tiene como objetivo acercar la cultura mediante la difusión de contenidos, propios o de terceros, con la finalidad de educar, entretener e informar. Aquí encontrarán materiales, trabajos prácticos y actividades.
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domingo, 22 de octubre de 2017
jueves, 19 de octubre de 2017
Museo del Holocausto
Entramos en el link y luego trabajamos
Exploren la
entrada “Preguntas y respuestas” pertenecientes a la sección La Shoá. Luego respondan:
a- ¿Qué
características tenían los guetos y los campos de concentración?
b- ¿A
quiénes se los conoce como Justos entre
Naciones?
c- ¿Qué
fueron los Juicios de Núremberg?
d- Realizamos
una línea de tiempo entre 1939 y 1955
viernes, 29 de septiembre de 2017
miércoles, 20 de septiembre de 2017
miércoles, 16 de agosto de 2017
EL ASESINO
STEPHEN KING
Repentinamente se despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que no sabía quién era, ni qué estaba haciendo aquí, en una fábrica de municiones. No podía recordar su nombre ni que había estado haciendo. No podía recordar nada.
La fábrica era enorme, con líneas de ensamblaje, y cintas transportadoras, y con el sonido de las partes que estaban siendo ensambladas.
Tomó uno de los revólveres acabados de una caja donde estaban siendo, automáticamente, empaquetados. Evidentemente había estado operando en la máquina, pero ahora estaba parada.
Recogía el revólver como algo muy natural. Caminó lentamente hacia el otro lado de la fabrica, a lo largo de las rampas de vigilancia. Allí había otro hombre empaquetando balas.
"¿Quién Soy?" - le dijo pausadamente, indeciso.
El hombre continuó trabajando. No levantó la vista, daba la sensación de que no le había escuchado.
"¿Quién soy? ¿Quién soy?" - gritó, y aunque toda la fábrica retumbó con el eco de sus salvajes gritos, nada cambió. Los hombres continuaron trabajando, sin levantar la vista.
Agito el revólver junto a la cabeza del hombre que empaquetaba balas. Le golpeó, y el empaquetador cayó, y con su cara, golpeó la caja de balas que cayeron sobre el suelo.
El recogió una. Era el calibre correcto. Cargó varias más.
Escucho el click-click de pisadas sobre él, se volvió y vio a otro hombre caminando sobre una rampa de vigilancia. "¿Quién soy?" - le gritó. Realmente no esperaba obtener respuesta.
Pero el hombre miró hacia abajo, y comenzó a correr.
Apuntó el revólver hacia arriba y disparó dos veces. El hombre se detuvo, y cayó de rodillas, pero antes de caer, pulsó un botón rojo en la pared.
Una sirena comenzó a aullar, ruidosa y claramente.
"¡Asesino! ¡asesino! ¡asesino!" - bramaron los altavoces.
Los trabajadores no levantaron la vista. Continuaron trabajando.
Corrió, intentando alejarse de la sirena, del altavoz. Vio una puerta, y corrió hacia ella.
La abrió, y cuatro hombres uniformados aparecieron. Le dispararon con extrañas armas de energía. Los rayos pasaron a su lado.
Disparó tres veces más, y uno de los hombres uniformados cayó, su arma resonó al caer al suelo.
Corrió en otra dirección, pero más uniformados llegaban desde la otra puerta. Miró furiosamente alrededor. ¡Estaban llegando de todos lados! ¡Tenía que escapar!
Trepó, más y más alto, hacia la parte superior. Pero había más de ellos allí. Le tenían atrapado. Disparó hasta vaciar el cargador del revolver.
Se acercaron hacia él, algunos desde arriba, otros desde abajo. "¡Por favor! ¡No disparen! ¡No se dan cuenta que solo quiero saber quien soy!"
Dispararon, y los rayos de energía le abatieron. Todo se volvió oscuro...
Les observaron como cerraban la puerta tras él, y entonces el camión se alejó. "Uno de ellos se convierte en asesinode vez en cuando," dijo el guarda.
"No lo entiendo," dijo el segundo, rascándose la cabeza. "Mira ese. ¿Qué era lo que decía? Solo quiero saber quién soy. Eso era.
Parecía casi humano. Estoy comenzando a pensar que están haciendo esos robots demasiado bien."
Observaron al camión de reparación de robots desaparecer por la curva.
Stephen Edwin King es un escritor estadounidense conocido por sus novelas de terror. Los libros de King han estado muy a menudo en las listas de superventas.Wikipedia
STEPHEN KING
Repentinamente se despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que no sabía quién era, ni qué estaba haciendo aquí, en una fábrica de municiones. No podía recordar su nombre ni que había estado haciendo. No podía recordar nada.
La fábrica era enorme, con líneas de ensamblaje, y cintas transportadoras, y con el sonido de las partes que estaban siendo ensambladas.
Tomó uno de los revólveres acabados de una caja donde estaban siendo, automáticamente, empaquetados. Evidentemente había estado operando en la máquina, pero ahora estaba parada.
Recogía el revólver como algo muy natural. Caminó lentamente hacia el otro lado de la fabrica, a lo largo de las rampas de vigilancia. Allí había otro hombre empaquetando balas.
"¿Quién Soy?" - le dijo pausadamente, indeciso.
El hombre continuó trabajando. No levantó la vista, daba la sensación de que no le había escuchado.
"¿Quién soy? ¿Quién soy?" - gritó, y aunque toda la fábrica retumbó con el eco de sus salvajes gritos, nada cambió. Los hombres continuaron trabajando, sin levantar la vista.
Agito el revólver junto a la cabeza del hombre que empaquetaba balas. Le golpeó, y el empaquetador cayó, y con su cara, golpeó la caja de balas que cayeron sobre el suelo.
El recogió una. Era el calibre correcto. Cargó varias más.
Escucho el click-click de pisadas sobre él, se volvió y vio a otro hombre caminando sobre una rampa de vigilancia. "¿Quién soy?" - le gritó. Realmente no esperaba obtener respuesta.
Pero el hombre miró hacia abajo, y comenzó a correr.
Apuntó el revólver hacia arriba y disparó dos veces. El hombre se detuvo, y cayó de rodillas, pero antes de caer, pulsó un botón rojo en la pared.
Una sirena comenzó a aullar, ruidosa y claramente.
"¡Asesino! ¡asesino! ¡asesino!" - bramaron los altavoces.
Los trabajadores no levantaron la vista. Continuaron trabajando.
Corrió, intentando alejarse de la sirena, del altavoz. Vio una puerta, y corrió hacia ella.
La abrió, y cuatro hombres uniformados aparecieron. Le dispararon con extrañas armas de energía. Los rayos pasaron a su lado.
Disparó tres veces más, y uno de los hombres uniformados cayó, su arma resonó al caer al suelo.
Corrió en otra dirección, pero más uniformados llegaban desde la otra puerta. Miró furiosamente alrededor. ¡Estaban llegando de todos lados! ¡Tenía que escapar!
Trepó, más y más alto, hacia la parte superior. Pero había más de ellos allí. Le tenían atrapado. Disparó hasta vaciar el cargador del revolver.
Se acercaron hacia él, algunos desde arriba, otros desde abajo. "¡Por favor! ¡No disparen! ¡No se dan cuenta que solo quiero saber quien soy!"
Dispararon, y los rayos de energía le abatieron. Todo se volvió oscuro...
Les observaron como cerraban la puerta tras él, y entonces el camión se alejó. "Uno de ellos se convierte en asesinode vez en cuando," dijo el guarda.
"No lo entiendo," dijo el segundo, rascándose la cabeza. "Mira ese. ¿Qué era lo que decía? Solo quiero saber quién soy. Eso era.
Parecía casi humano. Estoy comenzando a pensar que están haciendo esos robots demasiado bien."
Observaron al camión de reparación de robots desaparecer por la curva.
Stephen Edwin King es un escritor estadounidense conocido por sus novelas de terror. Los libros de King han estado muy a menudo en las listas de superventas.Wikipedia
Fecha de nacimiento: 21 de septiembre de 1947 (edad 70), Portland, Maine, Estados Unidos
Películas y programas de televisión: Apocalipsis, MÁS
Obras: Ghost Brothers of Darkland County, Dolores Claiborne
Cuentos Cortos: La niebla, El cuerpo, 1408, Los Langoliers, MÁS
domingo, 9 de julio de 2017
Cuento de Ciencia Ficción
LA CARRETERA
Ray Bradbury (Estados Unidos, 1912-2012)
La lluvia fresca de la tarde había caído sobre el valle, humedeciendo el maíz en los sembrados de las laderas, golpeando suavemente el techo de paja de la choza. La mujer no dejaba de moverse en la lluviosa oscuridad, guardando unas espigas entre las rocas de lava. En esa sombra húmeda, en alguna parte, lloraba un niño.
Hernando esperaba que cesara la lluvia, para volver al campo con su arado de rejas de madera. En el fondo del valle hervía el río, espeso y oscuro. La carretera de hormigón —otro río— yacía inmóvil, brillante, vacía. Ningún auto había pasado en esa última hora. Era, en verdad, algo muy raro. Durante años no había transcurrido una hora sin que un coche se detuviese y alguien le gritara:”¡Eh, usted! ¿Podemos sacarle una foto?” Alguien con una cámara de cajón, y una moneda en la mano. Si Hernando se acercaba lentamente, atravesando el campo sin su sombrero, a veces le decían:
—Oh, será mejor con el sombrero puesto —Y agitaban las manos, cubiertas de cosas de oro que decían la hora, o identificaban a sus dueños, o que no hacían nada sino parpadear a la luz del sol como los ojos de una serpiente. Así que Hernando se volvía a recoger el sombrero.
—¿Pasa algo, Hernando? —le dijo su mujer.
—Sí. El camino. Ha ocurrido algo importante. Bastante importante. No pasa ningún auto.
Hernando se alejó de la cabaña, con movimientos lentos y fáciles. La lluvia le lavaba los zapatos de paja trenzada y gruesas suelas de goma. Recordó otra vez, claramente, el día en que consiguió esos zapatos. La rueda se había metido violentamente en la choza, haciendo saltar cacharros y gallinas. Había venido sola, rodando rápidamente. El coche (de donde venía la rueda) siguió corriendo hasta la curva y se detuvo un instante, con los faros encendidos, antes de lanzarse hacia las aguas. El automóvil aún estaba allí. Se lo podía ver en los días de buen tiempo, cuando el río fluía más lentamente y las aguas barrosas se aclaraban. El coche yacía en el fondo del río con sus metales brillantes, largo, bajo y lujoso. Pero luego el barro subía de nuevo, y ya no se lo podía ver.
Al día siguiente Hernando cortó la rueda y se hizo un par de suelas de goma.
Hernando llegó al borde del camino. Se detuvo y escuchó el leve crepitar de la lluvia sobre la superficie de cemento.
Y entonces, de pronto, como si alguien hubiese dado una señal, llegaron los coches. Cientos de coches, miles de coches; pasaron y pasaron junto a él. Los coches, largos y negros, se dirigían hacia el norte, hacia los Estados Unidos, rugiendo, tomando las curvas a demasiada velocidad. Con un incesante ruido de cornetas y bocinas. Y en las caras de las gentes que se amontonaban en los coches, había algo, algo que hundió a Hernando en un profundo silencio. Dio un paso atrás para que pasaran los coches. Pasaron quinientos, mil, y había algo en todas las caras. Pero pasaban tan rápido que Hernando no podía saber qué era eso.
Al fin la soledad y el silencio volvieron a la carretera. Los coches bajos, largos y rápidos, se habían ido. Hernando oyó a lo lejos el sonido de la última bocina.
La carretera estaba otra vez desierta.
Había sido como un cortejo fúnebre. Pero un cortejo desencadenado, enloquecido, un cortejo con los pelos de punta, que perseguía a gritos una ceremonia que se alejaba hacia el norte. ¿Por qué? Hernando sacudió la cabeza y se frotó suavemente las manos contra los costados del cuerpo.
Y ahora, completamente solo, apareció el último coche. Era verdaderamente algo último. Desde la montaña, camino abajo, bajo la fría llovizna, lanzando grandes nubes de vapor, venía un viejo Ford, con toda la rapidez de que era capaz. Hernando creyó que el coche iba a deshacerse en cualquier momento. Cuando vio a Hernando, el viejo Ford se detuvo, cubierto de barro y óxido. El radiador hervía furiosamente.
—¿Nos da un poco de agua? ¡Por favor, señor!
El conductor era un hombre joven de unos veinte años de edad. Vestía un sweater amarillo, una camisa blanca de cuello abierto y pantalones grises. La lluvia caía sobre el coche sin capota, mojando al joven conductor y a las cinco muchachas apretadas en los asientos. Todas eran muy bonitas. El joven y las muchachas se protegían de la lluvia con periódicos viejos. Pero la lluvia llegaba hasta ellos, empapando los hermosos vestidos, empapando al muchacho. El muchacho tenía los cabellos aplastados por la lluvia. Pero nadie parecía preocuparse. Nadie se quejaba, y era raro. Estas gentes siempre estaban quejándose, de la lluvia, el calor, la hora, el frío, la distancia.
Hernando asintió con un movimiento de cabeza.
—Les traeré agua.
—Oh, rápido, por favor —gritó una de las muchachas, con una voz muy aguda y llena de temor. La muchacha no parecía impaciente, sino asustada.
Hernando, ante tales pedidos, solía caminar aún más lentamente que de costumbre; pero ahora, y por primera vez, echó a correr.
Volvió en seguida con la taza de una rueda llena de agua. La taza era, también, un regalo del camino. Una tarde había aparecido como una moneda que alguien hubiese arrojado a su campo, redonda y reluciente. El coche se alejó sin advertir que había perdido un ojo de plata. Hasta hoy lo habían usado en la casa para lavar y cocinar. Servía muy bien de tazón.
Mientras echaba el agua en el radiador hirviente, Hernando alzó la vista y miró los rostros atormentados.
—Oh, gracias, gracias —dijo una de las jóvenes—. No sabe cómo lo necesitamos.
Hernando sonrió.
—Mucho tránsito a esta hora. Todos en la misma dirección. El norte.
No quiso decir nada que pudiese molestarlos. Pero cuando volvió a mirar, ahí estaban las muchachas, inmóviles bajo la lluvia, llorando. Lloraban con fuerza. Y el joven trataba de hacerlas callar tomándolas por los hombros y sacudiéndolas suavemente, una a una; pero las muchachas, con los periódicos sobre las cabezas, y los labios temblorosos, y los ojos cerrados, y los rostros sin color, siguieron llorando, algunas a gritos, otras más débilmente.
Hernando las miró, con la taza vacía en la mano.
—No quise decir nada malo, señor —se disculpó.
—Está bien —dijo el joven.
—¿Qué pasa, señor?
—¿No ha oído? —replicó el muchacho. Y volviéndose hacia Hernando, y asiendo el volante con una mano, se inclinó hacia él—: Ha empezado.
No era una buena noticia. Las muchachas lloraron aún más fuerte que antes, olvidándose de los periódicos, dejando que la lluvia cayera y se mezclara con las lágrimas.
Hernando se enderezó. Echó el resto del agua en el radiador. Miró el cielo, ennegrecido por la tormenta. Miró el río tumultuoso. Sintió el asfalto bajo los pies.
Se acercó a la portezuela. El joven extendió una mano y le dio un peso.
—No —Hernando se lo devolvió—. Es un placer.
—Gracias, es usted tan bueno —dijo una muchacha sin dejar de sollozar—. Oh, mamá, papá. Oh, quisiera estar en casa. Cómo quisiera estar en casa. Oh, mamá, papá.
Y las otras muchachas se unieron a ella.
—No he oído nada, señor —dijo Hernando tranquilamente.
—¡La guerra! —gritó el hombre como si todos fuesen sordos—. ¡Ha empezado la guerra atómica! ¡El fin del mundo!
—Señor, señor —dijo Hernando.
—Gracias, muchas gracias por su ayuda. Adiós —dijo el joven.
—Adiós —dijeron las muchachas bajo la lluvia, sin mirarlo.
Hernando se quedó allí, inmóvil, mientras el coche se ponía en marcha y se alejaba por el valle con un ruido de hierros viejos. Al fin ese último coche desapareció también, con los periódicos abiertos como alas temblorosas sobre las cabezas de las mujeres.
Hernando no se movió durante un rato. La lluvia helada le resbalaba por las mejillas y a lo largo de los dedos, y le entraba por los pantalones de arpillera. Retuvo el aliento y esperó, con el cuerpo duro y tenso.
Miró la carretera, pero ya nada se movía. Pensó que seguiría así durante mucho, mucho tiempo.
La lluvia dejó de caer. El cielo apareció entre unas nubes. En sólo diez minutos la tormenta se había desvanecido, como un mal aliento. Un aire suave traía hasta Hernando el olor de la selva.
Hernando podía oír el río, que seguía fluyendo, suave y fácilmente. La selva estaba muy verde; todo era nuevo y fresco. Cruzó el campo hasta la casa, y recogió el arado. Con las manos sobre su herramienta, alzó los ojos al cielo en donde empezaba a arder el sol.
—¿Qué ha pasado, Hernando? —le preguntó su mujer, atareada.
—No es nada —replicó Hernando.
Hundió el arado en el surco.
—¡Burrrrrrrro! –le gritó al burro, y juntos se alejaron bajo el cielo claro, por las tierras de labranza que bañaba el río de aguas profundas.
—¿A qué llamarán “el mundo”? —se preguntó Hernando.
lunes, 26 de junio de 2017
Esquina peligrosa- Marco Denevi
El señor Epidídimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres más ricos del mundo, sintió un día el vehemente deseo de visitar el barrio donde había vivido cuando era niño y trabajaba como dependiente de almacén.
Le ordenó a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y remoto. Pero el barrio estaba tan cambiado que el señor Epidídimus no lo reconoció. En lugar de calles de tierra había bulevares asfaltados, y las míseras casitas de antaño habían sido reemplazadas por torres de departamentos.
Al doblar una esquina vio el almacén, el mismo viejo y sombrío almacén donde él había trabajado como dependiente cuando tenía doce años.
-Deténgase aquí. -le dijo al chofer. Descendió del automóvil y entró en el almacén. Todo se conservaba igual que en la época de su infancia: las estanterías, la anticuada caja registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de la mercadería.
El señor Epidídimus percibió el mismo olor de sesenta años atrás: un olor picante y agridulce a jabón amarillo, a aserrín húmedo, a vinagre, a aceitunas, a acaroína. El recuerdo de su niñez lo puso nostálgico. Se le humedecieron los ojos. Le pareció que retrocedía en el tiempo.
Desde la penumbra del fondo le llegó la voz ruda del patrón:
-¿Estas son horas de venir? Te quedaste dormido, como siempre.
El señor Epidídimus tomó la canasta de mimbre, fue llenándola con paquetes de azúcar, de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas de lavandina, y salió a hacer el reparto.
La noche anterior había llovido y las calles de tierra estaban convertidas en un lodazal.
FIN
GUIÓN DE RADIO INDEPENDENCIA
Happy Pharrel Williams
|
Nuevamente
¡Muy Buenos Días!!! Una vez más
nos encontramos en Radio villa Urqui en el 1715 del dial con toda la
información al instante.
Y nuevamente los convocamos en una fiesta ¡Estamos
de fiesta corrida!
Nos encontramos aquí Locutor 2, Locutor 3, Locutora
4 y quien les habla…Locutor 1. ¿Cómo están ustedes?
Locutor 2: ¡Otra vez con mucha expectativa!
Locutor 3: ¡Y si! Después de las noticias que
tenemos desde hace varios meses, es
necesario tomar una resolución
Locutora 4: Buenos Días! Parece que hay una movida
importante y algunos dicen que es a pedido de San Martín
Locutor 1: Y si, es así. Acá esperando noticias
porque algunas fuentes nos informan que varios altos funcionarios de nuestro
país se reunirían en Tucumán. Pero esta vez tampoco nos podemos olvidar de
nuestros auspiciantes…
|
Música de propagandas
|
Locutora de propagandas: Llamá al 45352233 JULIO, al 152233JULIO o a
@radiovillaurqui #seviene la independencia
|
|
Locutor 1: Vamos al móvil porque tenemos un alerta
|
Música de TN
DESPACITO
Luis Fonsi
Ruido de tráfico, bocinas
LOCUTORA
|
Móvil 1: Buenos días acá…. Desde Tucumán. Varios
funcionarios estarían llegando desde distintos puntos del país para acordar
una situación definitiva a nuestros
problemas y seguir resistiendo la invasión de los godos.
Algunos llegarán en carruajes pero tardan mucho!!
Saben cómo vienen? (Nooo)Vienen así!!!
Coreo Despacito
Escuchamos el valiente testimonio de un taxista:
Móvil: ¿Por qué tardan tanto en llegar los
congresales?
Taxista: Y…eso depende de cómo vengan…
Móvil: ¿Y cómo vienen?
Taxista: Y, el que viene en Galera tarda 25 o 30 días y le sale 40 reales por
km. Si viene en sopanda un poco menos…
Móvil: ¡Hay algún otro transporte?
Taxista: Si, en carreta. Tarda 50 días y cuesta 20
reales por km. ¿Y sabe qué?
Móvil: ¿Qué?
Taxista: Y…no ir al trabajo y quedarse en la cama No
TIENE PRECIO
Todos tienen precio, pero el más tranquilo
tiene VISA, LA TARJETA INDEPENDIENTE.
Móvil: Hasta aquí nuestra información. Seguimos
comunicados.
|
|
Locutor 1: ¡Gracias Móvil 1! Seguimos esperando las
resoluciones. ¡Parece que hay mucho lío! Escuchemos el informe del tránsito:
|
Ruido de helicóptero
|
Aquí sobrevolando la casita de Tucumán. Se ven
llegar varias galeras. Algunas están demoradas por encontrarse en el medio de
una laguna. Uno de los damnificados informó: -Lo único que puedo decir es que
hasta acá me trajo el GPS!!!!
¡Nunca se vió un embotellamiento semejante!
Volvemos a estudios
|
|
Locutor 2: ¡Parece que se vienen no!!
Locutor 3: Sii. Se hace muy necesaria la
Independencia, al caer Napoleón y con la liberación del rey, quieren volver a
colonizar. ¡No se puede permitir!!
Locutora 4: ¡Dicen que hasta San Martín dijo que la
Independencia se hace imperiosa!
Locutor 1. Parece que es asi…pero, como siempre, no nos podemos olvidar de nuestros
auspiciantes…
|
Publicidad
Música Brasil decime qué se siente
Rap Liga de Leyendas (Cara o cruz LOL
Rap)
Música
Publicidad Renault 4 1982
Música de
Intrusos ''You're The First , The Last , My Everything'' - Barry White
LIBERTANGO
De música ligera
Música de TN
Gato el Pintao
|
¡No dejes que el abuelo piense que siempre estamos
festejando el Mundial!! La Bandera, la Escarapela y el Escudo, son nuestros
símbolos patrios. Muchachos!!! Siempre voy descontrolado!! Con
bandera y con escudo para la revolución!!! Tu hinchada!! La que copa en todas
partes, con la escarapela grande, hará grande la nación!!!
Deshacete de los villanos!! Creá tu propio
ejército!! Sé como San Martín!! ¿Cómo? Comprá sables Tramontana- No aceptes
imitaciones!! Tramontana, un sable de verdad.
¡Vendemos Carretas!! Grandes, chiquitas, sedan o
deportivas. La mejor calidad y el mejor precio!! Promo de la semana: Al costo
de tres peinetones te regalamos rueda de auxilio para tu carreta-
_________________________________________________________
Locutor 1: ¡Que novelón no!!??
Locutor 2. Sii!! No me lo pierdo!!
Locutor 3 ¡Se sabe algo de la Independencia? Ser o
no ser---
Locutor 4. ¿Parece que estarían todos! Pero todavía
no se sabe nada…
Locutor 1: Sigamos entonces con lo nuestro. ¿Qué
paso en “Entrometidos”?
Locutor 2: Parece que estuvieron en el backstage de
la tertulia- Se dice que en la casita de Tucumán se están dando obras de
teatro secretas…
Locutor 3. Ah! Como en el Museo Saavedra!
Locutor 2. Tenemos un informante que nos pasó por
whatsapp el audio de la obra. Escuchemos…
Director: Empezamos el ensayo!!!
(Música Libertango)
§
Me parece una música muy
moderna para una obra tan delicada como esta!
§
Yo no estoy de acuerdo con tu
opinión. ¡Además esos intérpretes son mis amigos!
§
No porque sean tus amigos
tienen que ser buenos
§
¡Pero lo son!! ¡Cómo se nota
que nunca estuviste en un Martín
Fierro!
Locutor 2. Nuestros investigadores sospechan de una
rebelión de gobierno. Por eso los actores están tan nerviosos ¡Un aplauso por
favor!!__________________________________________________________
Locutor 1: ¡Mejor dejemos los chismes y vamos al
momento del juego!
Hay juegos frente al jardín de la República y allí
tenemos un móvil también. ¡Escuchemos!
Móvil: ¡Acá hay varios juegos con la última
tecnología para disfrutar!
Escuchemos a los expertos:
Ex1. ¡Ya salió el palo enjabonado! Viene para Family
y su última versión para Sega también.
El palo enjabonado es un juego muy difícil pero lo bueno es que crece
en cada nivel
Ex2- ¡Y en un tiempo muy lejano!---La consola
Nintendo!! Incluye el famoso PPT o “piedra, papel o tijera” para los que no
lo saben todavía!! Comprando un gallo te llevás gratis el CHICKEN FIGHTER
1800
Ex3- ¡Que tal!! Ahora vamos a presentar un juego
super especial!! Se trata del GUITAR HERO y esta vez…Con música de Soda
Stereo!! Miren qué relista!!!!!
_______________________________________________________
Locutor 1: ¡Que loco no! ¡Cuántas cosas nuevas!
Pero , seguimos con las cosas serias…o eso creo-
¿Sabemos algo de Tucumán?
Locutor 2: Seguro
que ya tenemos novedades
Locutor 3: ¡Veamos!
Locutor 4: ¡Vamos al móvil!
Móvil: Aquí desde la Casa de Tucumán, transmitiendo
en vivo. Escuchemos los acontecimientos…
(En off)
“Nos los representantes de las Provincias Unidas en
Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al
universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos,
protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia,
que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que,
es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos
vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que
fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e
independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.
Móvil. ¡Estas son las buenas nuevas! Volvemos a
estudios.
Locutor 4: ¿Ahora parece que si lo logramos?
Locutor 3: ¡No parece! ¡Es seguro!
Locutor 2: ¡Ahora no solamente somos libres. También
somos Independientes!
Locutor 1: ¡Entonces nosotros también tendremos flor
de fiesta!! ¡Y parece que hay baile!! Vamos??
Nos despedimos así una vez más de nuestro programa
habitual de Radio Villa Urqui…la que siempre te escucha!!
|
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